domingo, 14 de diciembre de 2014

NO SACAMOS PROVECHO A LO QUE TENEMOS EN CÁCERES





Cuando se celebró en Cáceres, en 1991, la Asamblea Internacional de Heráldica, a la que asistieron los mejores heraldistas del mundo, se quedaron maravillados con la colección tan impresionante de escudos que podemos contemplar en nuestra ciudad y definieron Cáceres como “un paraíso heráldico”. Por supuesto que otras ciudades poseen también emblemas heráldicos, pero no en la cantidad (más de 1.200) y calidad que tienen los de Cáceres, que comprenden un periodo que va desde los tiempos de Alfonso XI hasta la actualidad (aunque el sectarismo nos ha privado de una obra de arte del siglo XX, el escudo de España del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, realizada por un artista cacereño que fue premio Nacional de Escultura en 1935, Enrique Pérez Comendador. Ha sido arrancado de su ubicación, partido en 7 trozos y tirado en un sótano del museo). Seguramente el último de los instalados es el del patio del Palacio de los Marqueses de Oquendo, una reproducción magnífica, en mármol de Carrara, del existente en el Palacio de Hernando de Ovando de la Plaza de Santa María, que es de mármol rosa, seguramente de Estremoz.

La primera pregunta que se nos viene a la mente es: ¿Por qué hay tantos escudos en Cáceres? Pues la respuesta nos la da Marie Claude Gerbet en su libro “La Nobleza en el reino de Castilla” cuando afirma que el número de hombres adultos pertenecientes a la nobleza era en Cáceres del 17% mientras que la media en Castilla era del 10% y en el resto de Extremadura era del 4%. Unos se instalaron tras la reconquista de la ciudad y otros vinieron a casar con las “ricafembras” hijas de los grandes propietarios que vivían en nuestra ciudad.

Podemos estudiar la evolución de los escudos en el tiempo por la variación de su forma artística:

En el siglo XIV son de pequeño tamaño, es recta la línea de jefe (la parte de arriba del escudo) y se unen los dos extremos mediante una línea curva. Posteriormente los flancos se forman por líneas rectas convergentes que terminan en una curvatura en la punta. A continuación, se paralelizan los flancos y la punta se torna en un arco conopial. 


En el siglo XV aparecen formas diversas. En unas se produce un apuntamiento en la línea del jefe y en la del arco inferior del escudo. También se produce una curvatura en su forma, cóncava hacia el exterior, y parece que los escudos quieren asomarse desde la fachada para ser contemplados desde el suelo. En otros, además del doble apuntamiento se produce una doble curvatura en el plano en que se encuentra el escudo. Y por último, aparece en los escudos de las familias Golfín y Guzmán un hueco en su parte lateral izquierda que se llama “escotadura”. Tratan de simular los escudos de torneo en los que el caballero apoyaba su lanza, encajándola, en el citado hueco del escudo que portaba. La finalidad era conformar un bloque sólido para golpear al contrario y no ser derribado del caballo. Otra peculiaridad heráldica de Cáceres (aunque también se observa en Burgos) es el partido dimidiado en que se unen las mitades de dos figuras para formar el contenido del escudo, sin la división vertical en palo. Hay varios ejemplos: Mayoralgo, Moragas, Téllez…

A finales del siglo XV y principios del XVI aparece la costumbre de colocar el escudo sobre una cartela (un pergamino con los bordes rizados). E, incluso, llega un momento en que el campo del escudo es la propia cartela, y los muebles se insertan en ella prescindiendo de los bordes que se usaban anteriormente. 

Del siglo XVII tenemos en Cáceres una excepcional colección de escudos nobiliarios sobre azulejos de cerámica. Se colocaron sobre la puerta de las celdas y la familia a la que pertenecía el escudo estaba obligada a mantener al fraile doliente que la ocupaba. Por eso se llamó a estas familias nobles “los alcobistas”. No puede verse porque se encuentra en el convento de clausura de las monjas jerónimas de la calle del Olmo en el edificio que  se formó, por la unión de varias casas nobles, llamado “la Enfermería de San Antonio de Padua”. He tenido ocasión de fotografiarlos para los trabajos de Pedro Cordero Alvarado que publicó una magnífica obra titulada “Una rara joya heráldica. La Enfermería de San Antonio de Cáceres” (2001. Diputación Provincial de Cáceres).

En el siglo XVIII, los escudos se convierten en una pieza de marquetería heráldica en granito, se complican por dentro, añadiendo en el campo numerosas genealogías y por fuera, pues simulan ser el marco de una cornucopia. Un ejemplo claro lo tenemos en los dos escudos que adornan la fachada del Palacio de las Veletas, mandados colocar en esa fecha por Jorge de Cáceres y Quiñones.

¿Por qué no se conocen más los escudos de Cáceres? ¿Por qué no se les presta la atención que merecen? Creo que en principio pudo haber un rechazo hacia ellos por lo que significaban, puesto que estas piezas artísticas que adornan las fachadas, los enterramientos y el interior de las casas, representan a una clase social, la nobleza que, por haber ostentado el poder durante muchos siglos, al llegar la democracia no tiene “buena prensa”. Esto no deja de ser una tontería de las muchas que piensan mentes retorcidas, puesto que la realidad es que son manifestaciones escultóricas artísticas (están declaradas por el Estatuto de Extremadura como bienes de interés cultural).
Sin embargo, creo que la causa principal es el desconocimiento de su importancia cultural y de la historia que encierran. Es por ignorancia por lo que no se promocionan debidamente. Aunque lo que se dice “debidamente” tampoco se promociona el conjunto de la Ciudad Monumental. No sabemos “venderla” ni sacarle el provecho que potencialmente tiene. Algunas veces he oído en mis paseos: “¡Si tuviéramos esto en Cataluña… menudo negocio!” Me contaba al respecto mi amigo el sociólogo José Antonio Pérez Rubio que, en un pueblo de Francia vendían unas cazuelitas de barro con unas judías que eran una birria comparadas con nuestra fabada. ¡Pues te lo recomendaban como el mejor manjar del mundo! Y vendían miles y miles de cazuelas… Hasta nuestro señor Obispo, que ha vivido en Italia, dijo una vez que aquí no sabíamos sacar provecho económico de lo que tenemos, como hacen en las ciudades italianas. Y yo lo confirmo porque llevo más de 25 años intentando poner en práctica ideas que promocionan turísticamente nuestra ciudad y más concretamente el aspecto heráldico sin haber recibido más ayuda que la de la que me prestó la Fundación Caja de Extremadura que financió la publicación “En busca del tesoro”  para repartir entre los niños de Cáceres (que no supieron apreciarlo a pesar de mis esfuerzos recorriendo colegios y explicándoles la importancia de nuestro “tesoro”). Anteriormente, en 1991, había publicado el álbum “Descubre Cáceres”.

El grupo de lectura de Historia de la Biblioteca Pública Rodríguez Moñino, que coordina mi buen amigo el historiador Antonio Rodríguez, me pidió que hiciéramos un recorrido “exclusivamente heráldico” con sus componentes. Y pasamos dos horas deliciosas puesto que mi actividad consistió en ayudarles a sacar más partido a lo que estaban viendo, aclarando significados y conceptos de la ciencia Heráldica.

Esperemos que con la puesta en funcionamiento del “Consorcio de la Ciudad Monumental de Cáceres”, se promocionen todos los recursos existentes para disfrute, en primer lugar de los cacereños, que tengan motivos para visitar a diario nuestra “Parte Antigua” y en segundo lugar para los visitantes, que tendrán otro motivo para quedarse más tiempo en nuestros hoteles, disfrutando además de nuestra rica gastronomía. De momento, hemos colaborado, con la organización de la Asociación “Torres de Cáceres”, en la realización de un “Itinerario Poético por la Ciudad Antigua” que ha resultado muy del agrado de las 30 personas que hicieron el recorrido, terminando en las ruinas del patio del Palacio de Mayoralgo. Tendría que estudiarse una solución, que no perjudique a la Caja, pero que permita la visita del público, porque es una joya que eleva la categoría de la visita a la ciudad. Del itinerario realizado, ha resultado una publicación, excelentemente editada por la Diputación Provincial, con las poesías de Pedro Cordero Alvarado y mis fotografías (agotada).

Antonio Bueno Flores –Secretario del I.E.H.G.E. y Correspondiente de la Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.

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