Cuando se celebró en Cáceres, en 1991, la Asamblea
Internacional de Heráldica, a la que asistieron los mejores heraldistas del
mundo, se quedaron maravillados con la colección tan impresionante de escudos
que podemos contemplar en nuestra ciudad y definieron Cáceres como “un paraíso
heráldico”. Por supuesto que otras ciudades poseen también emblemas heráldicos,
pero no en la cantidad (más de 1.200) y calidad que tienen los de Cáceres, que
comprenden un periodo que va desde los tiempos de Alfonso XI hasta la
actualidad (aunque el sectarismo nos ha privado de una obra de arte del siglo
XX, el escudo de España del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura,
realizada por un artista cacereño que fue premio Nacional de Escultura en 1935,
Enrique Pérez Comendador. Ha sido arrancado de su ubicación, partido en 7
trozos y tirado en un sótano del museo). Seguramente el último de los
instalados es el del patio del Palacio de los Marqueses de Oquendo, una
reproducción magnífica, en mármol de Carrara, del existente en el Palacio de
Hernando de Ovando de la Plaza de Santa María, que es de mármol rosa,
seguramente de Estremoz.
La primera pregunta que se nos viene a la mente es: ¿Por qué
hay tantos escudos en Cáceres? Pues la respuesta nos la da Marie Claude Gerbet
en su libro “La Nobleza en el reino de Castilla” cuando afirma que el número de
hombres adultos pertenecientes a la nobleza era en Cáceres del 17% mientras que
la media en Castilla era del 10% y en el resto de Extremadura era del 4%. Unos
se instalaron tras la reconquista de la ciudad y otros vinieron a casar con las
“ricafembras” hijas de los grandes propietarios que vivían en nuestra ciudad.
Podemos estudiar la evolución de los escudos en el tiempo por
la variación de su forma artística:
En el siglo XIV son de pequeño tamaño, es
recta la línea de jefe (la parte de arriba del escudo) y se unen los dos
extremos mediante una línea curva. Posteriormente los flancos se forman por
líneas rectas convergentes que terminan en una curvatura en la punta. A continuación, se paralelizan los flancos y la punta se
torna en un arco conopial.
En el siglo XV aparecen formas diversas. En unas se
produce un apuntamiento en la línea del jefe y en la del arco inferior del
escudo. También se produce una curvatura en su forma, cóncava hacia el
exterior, y parece que los escudos quieren asomarse desde la fachada para ser
contemplados desde el suelo. En otros, además del doble apuntamiento se produce
una doble curvatura en el plano en que se encuentra el escudo. Y por último,
aparece en los escudos de las familias Golfín y Guzmán un hueco en su parte
lateral izquierda que se llama “escotadura”. Tratan de simular los escudos de
torneo en los que el caballero apoyaba su lanza, encajándola, en el citado hueco
del escudo que portaba. La finalidad era conformar un bloque sólido para
golpear al contrario y no ser derribado del caballo. Otra peculiaridad
heráldica de Cáceres (aunque también se observa en Burgos) es el partido
dimidiado en que se unen las mitades de dos figuras para formar el contenido
del escudo, sin la división vertical en palo. Hay varios ejemplos: Mayoralgo,
Moragas, Téllez…
A finales del siglo XV y principios del XVI aparece la
costumbre de colocar el escudo sobre una cartela (un pergamino con los bordes
rizados). E, incluso, llega un momento en que el campo del escudo es la propia
cartela, y los muebles se insertan en ella prescindiendo de los bordes que se
usaban anteriormente.
Del siglo XVII tenemos en Cáceres una excepcional colección
de escudos nobiliarios sobre azulejos de cerámica. Se colocaron sobre la puerta
de las celdas y la familia a la que pertenecía el escudo estaba obligada a
mantener al fraile doliente que la ocupaba. Por eso se llamó a estas familias
nobles “los alcobistas”. No puede verse porque se encuentra en el convento de
clausura de las monjas jerónimas de la calle del Olmo en el edificio que se formó, por la unión de varias casas nobles,
llamado “la Enfermería de San Antonio de Padua”. He tenido ocasión de
fotografiarlos para los trabajos de Pedro Cordero Alvarado que publicó una magnífica
obra titulada “Una rara joya heráldica. La Enfermería de San Antonio de
Cáceres” (2001. Diputación Provincial de Cáceres).
En el siglo XVIII, los escudos se convierten en una pieza de
marquetería heráldica en granito, se complican por dentro, añadiendo en el
campo numerosas genealogías y por fuera, pues simulan ser el marco de una
cornucopia. Un ejemplo claro lo tenemos en los dos escudos que adornan la
fachada del Palacio de las Veletas, mandados colocar en esa fecha por Jorge de
Cáceres y Quiñones.
¿Por qué no se conocen más los escudos de Cáceres? ¿Por qué
no se les presta la atención que merecen? Creo que en principio pudo haber un
rechazo hacia ellos por lo que significaban, puesto que estas piezas artísticas
que adornan las fachadas, los enterramientos y el interior de las casas,
representan a una clase social, la nobleza que, por haber ostentado el poder
durante muchos siglos, al llegar la democracia no tiene “buena prensa”. Esto no
deja de ser una tontería de las muchas que piensan mentes retorcidas, puesto
que la realidad es que son manifestaciones escultóricas artísticas (están
declaradas por el Estatuto de Extremadura como bienes de interés cultural).
Sin embargo, creo que la causa principal es el
desconocimiento de su importancia cultural y de la historia que encierran. Es
por ignorancia por lo que no se promocionan debidamente. Aunque lo que se dice
“debidamente” tampoco se promociona el conjunto de la Ciudad Monumental. No
sabemos “venderla” ni sacarle el provecho que potencialmente tiene. Algunas
veces he oído en mis paseos: “¡Si tuviéramos esto en Cataluña… menudo negocio!”
Me contaba al respecto mi amigo el sociólogo José Antonio Pérez Rubio que, en
un pueblo de Francia vendían unas cazuelitas de barro con unas judías que eran
una birria comparadas con nuestra fabada. ¡Pues te lo recomendaban como el
mejor manjar del mundo! Y vendían miles y miles de cazuelas… Hasta nuestro
señor Obispo, que ha vivido en Italia, dijo una vez que aquí no sabíamos sacar
provecho económico de lo que tenemos, como hacen en las ciudades italianas. Y
yo lo confirmo porque llevo más de 25 años intentando poner en práctica ideas
que promocionan turísticamente nuestra ciudad y más concretamente el aspecto
heráldico sin haber recibido más ayuda que la de la que me prestó la Fundación
Caja de Extremadura que financió la publicación “En busca del tesoro” para repartir entre los niños de Cáceres (que
no supieron apreciarlo a pesar de mis esfuerzos recorriendo colegios y
explicándoles la importancia de nuestro “tesoro”). Anteriormente, en 1991,
había publicado el álbum “Descubre Cáceres”.
El grupo de lectura de Historia de la Biblioteca Pública
Rodríguez Moñino, que coordina mi buen amigo el historiador
Antonio Rodríguez, me pidió que hiciéramos un recorrido “exclusivamente
heráldico” con sus componentes. Y pasamos dos horas deliciosas puesto que mi
actividad consistió en ayudarles a sacar más partido a lo que estaban viendo,
aclarando significados y conceptos de la ciencia Heráldica.
Esperemos que con la puesta en funcionamiento del “Consorcio
de la Ciudad Monumental de Cáceres”, se promocionen todos los recursos existentes
para disfrute, en primer lugar de los cacereños, que tengan motivos para
visitar a diario nuestra “Parte Antigua” y en segundo lugar para los
visitantes, que tendrán otro motivo para quedarse más tiempo en nuestros
hoteles, disfrutando además de nuestra rica gastronomía. De momento, hemos
colaborado, con la organización de la Asociación “Torres de Cáceres”, en la
realización de un “Itinerario Poético por la Ciudad Antigua” que ha resultado
muy del agrado de las 30 personas que hicieron el recorrido, terminando en las
ruinas del patio del Palacio de Mayoralgo. Tendría que estudiarse una solución,
que no perjudique a la Caja, pero que permita la visita del público, porque es
una joya que eleva la categoría de la visita a la ciudad. Del itinerario realizado,
ha resultado una publicación, excelentemente editada por la Diputación
Provincial, con las poesías de Pedro Cordero Alvarado y mis fotografías (agotada).
Antonio Bueno Flores –Secretario del I.E.H.G.E. y
Correspondiente de la Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.